jueves, noviembre 15, 2007

"ZATHANIK" (Primera parte)

(Viene del post anterior)

En un lentísimo fade in la cámara va recorriendo una especie de tarjeta de circuitos muy larga y extensa, en la cual notamos que se comienzan a quemar algunos de los caminitos marcados en su laberíntica superficie para formar la palabra "ZATHANIK". De ahí la pantalla comienza a desvanecerse a blanco mientras la palabra "ZATHANIK" se vuelva cada vez más oscura. Finalmente, la palabra misma también se desvanece a blanco.

En la pantalla blanca vemos que se acerca una niña montada en su triciclo, ambos dibujados con pocas líneas... casi infantiles. Vemos que la niña se integra a lo que parece la acera de una comunidad suburbana gringa... mira a la cámara y, mientras conduce su triciclo nos platica acerca de las cosas comunes que bien podrían hacer perder el estilo hasta al más ecuánime.

La niña sigue conduciendo su triciclo por la acera hasta que llega a una esquina y trata de cruzar la calle. Al hacerlo, de súbito una ambulancia da la vuelta a la esquina y la atropella. La niña queda bajo las llantas de la ambulancia, su cabeza volteada de manera antinatural mientras un charco de sangre crece bajo de ella.

La niña no deja de mirar en ningún momento hacia la cámara y, en vez de mostrar dolor, sonríe y le dice al espectador:

- Por mí no se preocupen yo estaré bien. Y mientras me suben a la ambulancia, les voy a platicar la historia de Bobby.

La cámara hace un paneo hasta una barda cercana, se nota que del otro lado hay una especie de sauce, dado que sus ramas sobrepasan la altura de la barda y sus hojas cuelgan invadiendo un poco la visión de los transeúntes. Mientras se realiza este paneo la estética de dibujo infantil va cediendo a una escena en live action donde vemos a un niño de unos cuatro o cinco años pasar por debajo de las ramas del sauce.

El niño es Bobby.

De repente, Bobby es jalado por algunos brazos del gados, peludos y simiescos que provienen de las ramas del sauce. El chico se espanta y trata de emprender carrera hasta dar vuelta a la esquina. Una vez ahí, nota que los monos que le tratan de subir al sauce ahora le arrojan piedras y porquerías. Bobby sigue corriendo, pero la barda es muy larga. Bobby aún no tiene edad ni permiso para cruzar la calle, así que esa no es opción. Bobby intenta llegar hasta la siguiente esquina, pero al pasar junto a una puerta, es jalado por un anciano hacia el interior.

- ¡Shhhh!- le dijo el anciano, colocando su dedo índice frente a su boca.- Así no podrás escapar de ellos. Métete por esa puerta para acortar camino.- El anciano, vestido como granjero, señaló una puerta de metal con una abertura en la parte superior, a manera de escotilla, rematada por una pequeña reja.

Bobby, sin hacer más preguntas, se metió por ahí.

La puerta daba a un pasillo largo con otras puertas a ambos lados del mismo. Conforme Bobby avanzaba, manos huesudas, ampolladas y sucias salían de las escotillas de cada puerta para intentar asirlo. Accidentalmente, una de las puertas se abre hacia su interior y vemos a una niña herida y sangrando en el piso (efectivamente, la niña caricaturizada del principio) mientras con esfuerzos trata de gritarle a Bobby que siga su camino y que no se detenga. Bobby se asusta aún más y corre.


El pasillo parece interminable y, conforme avanza Bobby, se reduce de tamaño. Más adelante, Bobby nota que detrás de las puertas hay toda una gama de fenómenos que son contenidos en condiciones infrahumanas.


Todos gritan. Son una orquesta cacofónica de aullidos y lloriqueos. A todos se les escurre la tristeza en forma de fluídos corporales.


Bobby sólo quiere salir de ahí. Bobby quiere llegar hasta el final. La puerta del final cada vez queda más cerca, pero el techo ha bajado tanto que es imposible proseguir si no es a gatas (ya falta poco, sólo unos cuantos metros más).


Finalmente, Bobby se acerca a la pequeña puerta al final del pasillo. Es semejante a la puerta de entrada pero mucho más pequeña. La luz de un sol veraniego se asoma por las rendijas.


Adiós a los fenómenos.


Cuando Bobby abre la puerta, una mano lo jala hacia el exterior. Se trata del viejo granjero.


"Malvado anciano. Sólo me hizo arrastrarme por su pasillo tenebroso". Piensa Bobby.


El anciano lo mira con alegre gesto y le dice:


-Ya falta poco muchachito... ahora debes conversar con nuestro cerdo. Él era un gran sabio y profeta, pero fué tentado por la soberbia y ahora sólo engorda para ser sacrificado en alguna buena festividad. Pero no ha dejado de ser sabio.


Bobby sube los hombros en un gesto de fastidio y mira hacia el azul del cielo. El anciano lo lleva hacia un corral donde se encuentra un enorme cerdo maloliente. El animal es quizá más grande que el mismo anciano y su gesto es retador y antipático.


- Anda... pregúntale algo inteligente al cerdo para que ya te puedas ir. El te responderá todo aquello que quieras saber.


El niño se acerca con temor al gran ser. Lo mira con detenimiento, mientras el cerdo hace lo propio. Bobby observa sus pezuñas, los rollos de tierra y mugre que se le hacen en los pliegues de su piel. Poco a poco, la idea de hablar con un cerdo le parece divertida. Finalmente se decide, voltea a mirar al anciano antes de sonreirle al cerdo y le pregunta.


- ¿ Cuándo llegaré a casa?


El cerdo lo mira con indiferencia y toma con el hocico un poco de la comida pútrida que se encuentra en el suelo. Y con una gran parsimonia se voltea. Bobby piensa que ha sido engañado y mira con enfado al anciano mientras el cerdo comienza a retraer la cola para exponer su sucio ano ante el niño.


- Ya te encuentras en casa.- Es la respuesta que se deja escuchar mientras el cerdo suelta una flatulencia asquerosa, cuyo hedor se percibe como si uno acabara de cometer un pecado muy grave y mortal, que parece inhundar todo el lugar.


Bobby se tapa la nariz horrorizado y mira con sorpresa al anciano. No da crédito a lo que acaba de suceder: El cerdo habló por el ano.


Una gran sensación de vértigo invade a Bobby y cuando intenta gritar de horror se da cuenta de que sólo salen sonidos guturales de su garganta.


Le parece imposible articular palabra alguna. El anciano sonríe satisfecho.


Bobby voltea hacia la barda y ubica al sauce. En él se encuentran los monos que lo molestaban al principio.


Pero ya no los mira con miedo. Bobby comienza a brincar y a gritar como los monos y se dirige hacia ellos.


El cerdo tenía razón. Ahora se encuentra en casa.


Ahora Bobby es uno de ellos.

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