martes, noviembre 06, 2007

El niño que vino del barro

Esto lo escribí hace algunos ayeres para un concurso de cuento infantil (por cierto, no me gané nada):

En un poblado cercano al bosque Lachao vivía Quiché, hija de Oquichtli el labriego y de Ihuala la bella. Como poco tiempo hacía que el sol iluminaba sus días, la niña de mirada dulce y ánimo travieso, corría y jugaba por todo el bosque, como todo chiquillo de su edad.

Las criaturas silvestres le amaron, y quisieron compartir su alegría y sus juegos, pero Quiché no podía entenderlos. Este problema pronto atrajo a la soledad y al llanto como compañeros de juegos de Quiché.

Conmovido, un mono habló con Nauhua Contla, o sea la Madre Tierra, y con su amado Señor del Cielo, Tahuan Teeca. El mono les pidió que le regalaran a Quiché el don de entender el antiguo lenguaje del bosque Lachao. Fue tal la insistencia del simio, que Nauhua Contla y Tahuan Teeca accedieron enternecidos a su petición, siempre y cuando el mismo mono participara de los medios para regalarle ese don a Quiché. El mono alegremente aceptó el trato.

La Madre Tierra tomó barro de su propio corazón para darle forma y sustancia a su regalo, el Señor del Cielo lo roció con una hermosa nube para dotarlo de movimiento y vida. Posteriormente, el mono amasó y amasó el barro y el agua hasta crear un curioso muñeco, muy semejante a ese gran animal que llaman hombre, y para que no se quedara sin alma, el mono le dió la suya. El sol secó al muñeco con un abrazo luminoso y, finalmente, el muñeco fue colocado en donde Quiché pudiera encontrarlo.

Con el alba, la niña despertó al recibir el primer beso solar en su mejilla. Una gran alegría se albergó en su pecho y no pudo esperar más para salir a dar un paseo por el bosque. Tras internarse entre la multitud de árboles y de sentir la hierba fresca bajo sus pies, la pequeña descubrió con gran emoción aquella figurilla que parecía estar esperándola. Con una gran sonrisa tomó al muñeco entre sus brazos. Animada lo besó... y fue así como la magia se hizo: ¡El muñeco de barro se transformó en un niño! Quiché lo llamó Coanacotzin, y desde entonces la tristeza y la soledad abandonaron el recinto de su alma.

El hijo del bosque le enseñó a la chiquilla la lengua de la naturaleza: platicaron con el jaguar y con el venado; el arroyo y el viento les contaron historias de tiempos antiguos y olvidados por los hombres; y los árboles cuidaban de sus sueños por las noches. Cada mañana, una criatura distinta le daba los buenos día a Quiché. Coanacotzin le enseñaba nuevas maneras de entender al bosque. Y la felicidad alimentó el corazón de la niña.

Pero un día, tras una terrible tormenta que azotó el lugar, Quiché salió a jugar con su amigo y no lo encontró. Lo buscó cerca del arroyo, le preguntó al viento si lo había visto, pero no supo nada de él. El águila y el quetzal volaron para poder hallarlo. El venado y el jaguar acompañaron a Quiché en su búsqueda, pero Coanacotzin jamás apareció. En poco tiempo Quiché conoció a todas las criaturas del bosque Lachao, aunque no volvió a ver al niño que vino del barro.

Fue entonces que la niña buscó con los ojos del corazón y comprendió que Coanacotzin no se había marchado, ahí había estado siempre: En el canto de las aves, en cada gota de rocío, en el perfume de las flores, en las estrellas del cielo, Coanacotzin vivía en todo el bosque. Su voz era la del viento y su risa estaba en cada uno de los destellos del sol. Su cuerpo era cada ser viviente que existía en el bosque, aún los humanos, aún la misma Quiché. La niña aprendió entonces que jamás habrá soledad en el alma, mientras exista amor en el corazón.

Nota: La imagen la tomó mi amigo Víctor Araos en uno de sus fascinantes viajes al interior de la República Mexicana. Honor a quien honor merece.

2 comentarios:

gmmweb dijo...

¿Qué tal? Yo soy Gastón, llegue acá por medio de neurona.com, me gustó mucho la historia. Ahora, lo que quería saber, ¿los nombres los inventaste o los sacaste de algún lugar en particular?... porque me parecieron muy originales.
Saludos.

Araceli Ruiz dijo...

Está muy bueno tu cuento. Recibe mis felicitaciones

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