jueves, noviembre 01, 2007

De regreso a casa

No hay nada más reconfortante que al marcar la hora de la salida (por favor coloquen aquí la imagen mental de Pedro Picapiedra gritando "Yabba-Dabba-Doo!!!" tras escuchar la chicharra pterodáctila de fin de jornada), salga uno de la oficina para transportarse a la comodidad de su vehículo y dirigirse al abrazo tierno y anhelado del hogar.

Me he visto a mí mismo salir de la oficina, despedirme del resto de los compañeros que aún quedan en aquél recinto del deber con un "¡Ya me voy... familia!" y dirigirme a ese vehículo imponente que hará mis delicias de viaje al transportarme tan campechanamente a casa. Hablo de mi "Monster Truck" 4x4 con llantas de casi 3 metros de diámetro y reforzadas para aplastar lo que sea, sin mencionar los tiernos aditamentos que le he puesto no sólo para aplastar, sino también para triturar.

El tránsito infame que me separa del anhelado hogar lo amerita: las casi 2 horas de camino entre ese duelo de voluntades que representa viajar a través de las vías rápidas de esta ciudad de México hacia sus suburbios mientras se tripula un auto compacto es casi comparable con un dolor de muelas agudo mientras se disfruta de un deliciosa bolsa de cacahuates japoneses en un concierto de Pantera.

En la Monster Truck, sólamente tengo que activar la rampa hidráulica que, tan mecánica como servicialmente, baja para ser abordada por mí y llevarme con suavidad a una cabina, tan cómoda y tan apapachadora que casi no dan ganas de apearse de ella, para seguir con esta dulce experiencia.

Me coloco el cinturón de seguridad con gran diligencia, activo el sistema de aire acondicionado y prendo mi sistema de sonido de última generación a 5.1 canales para escuchar aquella maravilla musical carioca llamada "La chica de Ipanema".

Prendo el motor y lo escucho rugir. Por allá, a lo lejos, noto cómo a un anciano le da un infarto tras escuchar a mi "muchachita" y de inmediato recuerdo el postulado darwiniano de la ley de la selección natural con aquello de la supervivencia del más apto. No me queda más que sonreir mientras checo cómo luce mi cabello en el retrovisor.

Es ahí cuando comienza el placer de transportarme del trabajo al hogar.

Al arrancar, la Monster Truck va dejando una prueba fehaciente de su paso por esta tierra. Cual mitológico Titán, avanza a través del tránsito nutrido del Periférico.

"Olha que coisa mais linda, Mais cheia de graça, É ela menina, Que vem que passa
Num doce balanço, caminho do mar..."


Una señora loca cree que se me va a meter enfrente sin siquiera poner su luz direccional. Pobre ingenua, queda en calidad de mancha feliz, gracias a su falta de pericia en mis neumáticos izquierdos.

"Moça do corpo dourado, Do sol de Ipanema, O seu balançado é mais que um poema
É a coisa mais linda que eu já vi passar..."


Un mocoso lucido, quiere impresionar a su novia haciendo gala de audacia y pericia (muy mala por cierto, a decir verdad no se ha estrellado gracias a que un ejército celestial lo resguarda y a que a esta hora los conductores de las otras unidades no tienen ganas de discutir con un tipo listo que aún huele a talco para bebé). Lo miro venir desde unos diez vehículos atrás y con ternura miro cómo desaparece de mi retrovisor, mientras escucho el rechinar de sus llantas para evitar caer bajo las mías y es ahí cuando escucho cómo de manera escandalosa se sube a un camellón para ver detenida su loca carrera por un árbol. Simpáticos que son los adolescentes... se juran amor eterno y se dejan separar por un tronco que incrusta sus ramas en sus ojos, robándoles así la última mirada de amor.

"Ah, porque estou tão sozinho, Ah, porque tudo é tão triste, Ah, a beleza que existe
A beleza que não é só minha, Que também passa sozinha..."


Hay un punto en el camino en el que el Periférico da paso a una carretera federal, ¿si mencioné que vivo en los suburbios de la ciudad de México?, es ahí donte el trayecto se pone interesante en verdad, un conductor de trailer que se va incorporando, piensa que es gracioso meterse a la parte central sin avisar y obligando al resto de los automovilistas a frenar de manera intempestiva, mientras su gran gusano mecánico hace las delicias de la carretera arrastrando sustos y expresiones pentatonales a su paso. Al mismo tiempo, un avispado conductor de transporte suburbano considera oportuno hacer una acción similar en espejo, a la del trailer. Para diversión mía y de la Monster Truck, ambos quedan adelante de mí mientras compiten por violar una ley más: en este caso la de la física que dice que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio simultáneamente. Para comprobar que tal ley es posible de ser modificada, acelero y poco a poco me voy acercando al par de ingeniosos personajes. Poco a poco, va quedando un hermoso tapete de vidrio, metal y película antiasalto tras mi paso.

Estoy feliz. He comprobado que las llantas de la Monster Truck en realidad aplastan y trituran. No queda lo suficiente ni para hacer una identificación de ADN de ninguno de los conductores del trailer ni del foráneo. Lamentablemente tampoco de la carga de ambos.

"Ah, se ela soubesse, Que quando ela passa, O mundo sorrindo se enche de graça
E fica mais lindo, Por causa do amor..."

Estoy por llegar a mi casa. La brisa del recorrido juega con mi cabello y sonrío tras haber experimentado un viaje tan relajante. No he hecho más de 40 minutos... he de confesar que no he venido a una velocidad superior a la permitida... Llego al estacionamiento y me llama la atención el tronar de dos automóviles que se habían equivocado de ubicación al permanecer en mi lugar correspondiente. Espero que la chatarra no impida que la rampa hidráulica me coloque suavemente en el suelo. Afortunadamente no es así.

Activo la alarma del vehículo. Y camino unos 50 metros hacia mi hogar.

Mi esposa dijo que habría pan francés para la cena.

¡Qué hermosa es la vida en realidad!

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