jueves, febrero 21, 2008

La Custodia (Segunda Parte)



El todo terreno recorría a gran velocidad la carretera, los árboles y algunos animales silvestres eran testigos azorados del rugido y del poder de aquella escurridiza criatura carmesí. En su interior, Kurt Joyce, Sandra Kane y Celtus Ryder discutían acerca del motivo de su viaje.

- ¡Les aseguro que es imposible que mi padre se haya metido en problemas fuera de su control!- dijo Celtus en tono de preocupación.

- ¡Malditos pueblerinos! De seguro ellos debieron haber interferido en sus asuntos y echaron todo por tierra. Sea lo que haya sido que tu padre hubiera estado haciendo Celtus.- Kurt encendió un cigarrillo y lanzó una gran bocanada de humo.

- Más vale que no abras tu bocota y te comportes, Kurt. Recuerda que venimos a ayudar al señor Ryder...

- Popsy.- Interrumpió Celtus- A mi padre lo conocen como Popsy en Tumbsville.

- En verdad no entiendo cómo es que un catedrático de Belial Sake College haya preferido la vida y el ambiente agreste, propios de un vagabundo.- comentó Sandra.

- También recuerda que ya hace algunos años que mi padre se marchó de Belial Sake, y sus motivos no fueron propiamente el anhelo de cambiar de aires.

- Así es Sandra, Gary Ryder dijo que tenía una misión por cumplir en las colonias y que el despejarle las polillas a las inteligencias mediocres de los parvulitos que se arremolinaban en torno a él no le iban a ayudar en nada.- Agregó Kurt.- Estamos llegando a Cryptown, el seminario de la Orden de la Última Noche está a unos kilómetros más adelante. Ahí recogeremos con Traehdas Taeuber los libros que te pidió tu padre.- Anunció enseguida.

Celtus suspiró resignado, desde que su padre y él fueron exiliados de su patria pocas veces habían estado juntos, huyeron a América en busca de un refugio para ellos y su gente. Afortunadamente algunos de sus compatriotas ya se les habían adelantado y fundaron varias colonias donde podían vivir en paz y armonía, lejos de las intrigas y las amenazas de su rancia aristocracia; pero no estaban a salvo aún: las colonias fundadas fueron Belial Sake, Tumbsville, New Sassbürg, Saint Pierce Port y Cryptown, y eran constantemente acechadas por fuerzas más terribles que aquellas de las que estaban huyendo. Los libros que se hallaban en el monasterio de la Orden de la Última Noche habían significado el cisma de su familia desde que tenía uso de razón. Y aún lo seguían siendo.

- Creéme Kurt. Ya abomino tales libros. Desde que mi padre perteneció al parlamento de nuestra otrora patria no han representado más que problemas y maldiciones para nosotros.

- ¡Ni que lo digas! Todavía mi padre está padeciendo por recuperar lo que perdió a causa de ellos. Pero eso es algo que él mismo se buscó. Yo nada tengo que ver ahí.- Respondió Kurt.

- Así es, amigo, así es.

Sandra notó el gesto de fastidio en el semblante de Celtus, y sin decir nada, tomó su diestra entre sus manos y besó al muchacho en la mejilla. Lo más comprensivo que Kurt acertó a hacer fue guardar silencio, encender un cigarrillo turco y acelerar el vehículo.

Poco antes de llegar a una desviación sinuosa que llevaba al noviciado, los chicos encontraron un cerco policíaco que les impedía subir. Celtus reconoció entre los uniformados al Marshall Jones, de inmediato se dirigió a saludarlo y el oficial le devolvió el gesto con una sombra en el rostro.

- Marshall... ¿Qué sucedió ahora?- inquirió Celtus.

- Tal pareciera que alguien abrió nuevamente la caja de Pandora y soltó todos sus males en los alrededores: unos seminaristas fueron encontrados en extrañas condiciones, algunos de ellos en estado de shock, la mayoría catatónicos... No sé, esto me parece muy raro. Hace un par de días desaparecieron cuatro personas y tu padre estuvo involucrado. Ahora esto y... – el policía se rascó la nuca dubitativo.

- ...Y mi padre también tuvo algo que ver.

- ¿Preguntas o afirmas?- A pesar de la expresión, el marshall parecía más compasivo que hostil.- En realidad tu padre no es partícipe directo en esto, pero conoce a varias de las víctimas. Alguna vez llegó a suplir en su cátedra al padre Taeuber.

- ¡Es precisamente a quien venimos a visitar! – Exclamó Kurt mientras intentaba saltarse el cerco. Sandra lo detuvo en seco con una mirada fulminante.

- ¿Nos permite ver al padre Taeuber?- inquirió Sandra con una caída de ojos al estilo “gretagarbonesco”. Kurt encendió un cigarrillo mientras la arremedaba.

- Mmmhh... Veré qué puedo hacer, pero no se muevan hasta que se los indique. Y Celtus... espero que esta visita sirva para que puedas ayudar a tu padre a no meterse en más líos. Y si lo ves, díle que me agradaría charlar con él.

- De acuerdo marshall. Lo prometo.


Más tarde los tres estaban en el interior del claustro en busca del padre Taeuber. El interior era una gran Babel de camilleros, víctimas y espectadores. Casi todos los afectados tenían la mirada perdida, los músculos destensados y el miembro erecto y amoratado. La mayoría sangraba de los oídos, la nariz y la boca. También mostraban pústulas en la mayor parte de su cuerpo. Kurt miraba divertido a las víctimas, que estaban cubiertos con sus propias sábanas, cuando se le presentaba la ocasión levantaba los sudarios para ver sus rostros contraídos, Sandra le propinó un manazo a manera de correctivo y Kurt farfulló una letanía inentendible con marcado afán ofensivo.

Sin embargo, Kurt dió un tirón a la sábana del seminarista que miraba y, corriendo de manera desaforada entre las víctimas arrebataba de los cuerpos sus cubiertas. Posteriormente, y saltando como saltimbanqui, tomó de la sotana al padre Taeuber y le señaló insistentemente los vientres de los desafortunados. Taeuber se quedó atónito. Sandra, indignada, intentó alcanzar a Kurt para calmar su excitación y ponerle un freno a sus malos modales. Celtus la detuvo con una caricia en el codo izquierdo y le señaló también el vientre de uno de los afectados:

- ¿¡Vae victis!? – Sandra no entendía lo que estaba sucediendo, las ampollas formadas en los cuerpos estaban distribuidas de tal manera que formaban frases. Sin embargo, ahora comprendía lo que Kurt veía con sorna bajo las sábanas de las víctimas.

- Y éste es de lo más elocuente: ¡Abyssus abyssum invocat! – Taeuber tenía un sombrío semblante. De reojo observó a los camilleros y demás personas que se ocupaban de atender a los heridos, de inmediato realizó un discreto ademán en el aire con su siniestra, que parecía brillar con una luz ámbar, y con voz tronante dijo ante todos: “Quod scipsi, scripsi... Veritas odium parit...Vulnerant omnes, ultima necat... Acta est fabula”.

Todos, a excepción de Sandra, Celtus y Kurt, siguieron haciendo sus obligaciones sin comentar nada acerca de lo ocurrido. El sacerdote caminó hacia uno de los pasillos y los tres chicos lo siguieron en silencio, hubiera sido un mutismo perfecto de no haber sido por Kurt, quien raspara una cerilla en la frente de un santo de piedra para encender otro cigarrillo turco.

- Está sucediendo... – dijo el sacerdote.- Hace algunos días presentí la llegada de un ser totalmente diferente a todo lo que nuestra raza ha conocido... en verdad no sé cómo explicarlo pero los pergaminos con los tratados del Concilio de los Grandes Pueblos comenzaron a arder en llamas negras. Eso solamente significa que fueron transgredidos por un ente demasiado poderoso. Ni siquiera los más viejos aaritas o los más sabios warvsh pueden romper su sortilegio. Algo muy terrible se acerca, jóvenes amigos. – Taeuber miraba a su alrededor con temor contenido. – Celtus... tu padre está involucrado en esto y... está perdido.

- ¿Los libros fueron consumidos por el fuego?- inquirió Kurt.

- No, intuyo que fue una mera manifestación paranormal etérea, una especie de aviso. – respondió Taeuber.- Precisamente los volúmenes que se refieren a las leyendas del regreso de los paradioses y de los pueblos vencidos fueron los que se incendiaron. Revisé los textos y tal pareciera que una horda de sucubbus e incubbus son la avanzada de tal retorno. De hecho las condiciones en que se encuentran las víctimas de anoche parecen corroborarlo.

- Pero es obvio que ningún maldito humano puede creer esta historia.- aseveró Kurt mientras apagaba su colilla en el ojo de un ángel tallado en piedra ante la mirada reprobatoria de todos. De reojo los miró a todos y levantó los hombros en señal de falsa inocencia.

- Más adelante se explica algo acerca de un tal Sin, una especie de ente de siete veces otros seres, y siete mentes en una sola o algo por el estilo… - Agregó Taeuber.

- Y ese tal Sin es una especie de heraldo de alguna otra divinidad, un metademonio llamado Harkaghalastrah, hijo del parademonio Harphagon. Antes de que mi padre dejara la cátedra para iniciar su investigación de campo, le ayudé a realizar algunas traducciones y el tema se relacionaba mucho con esto…

- Si eso es cierto, lo más seguro es que tu padre se esté enfrentando en estos momentos contra Sin o hasta el mismo Harkaghalastrah. – El semblante de Kurt cambió de su habitual indolencia a un gesto más preocupado y pensativo. De inmediato soltó una carrera desenfrenada hasta llegar al todo terreno. - ¡Muevan el maldito trasero! ¡Si hay alguien que puede darnos una pista de la ubicación de tu padre, es ese marshall acartonado!

- Me parece que el joven Kurt es mucho más perspicaz de lo que parece. – Taeuber le entregó los libros a Celtus y le extendió una bolsa de cuero pequeña. – Tengan esto, puede que les sea de utilidad. ¡Que las bendiciones de Galaf y Brigmignishdah les sean pródigas en protección!

- Por lo regular Kurt no demuestra preocupación alguna por nadie. – Afirmó Sandra. – Me parece muy extraño que en esta ocasión se muestre tan solícito.

- Por cierto… ¿a qué se debía su visita jóvenes amigos?- inquirió Taeuber.

- No lo sé con exactitud… Esta mañana Kurt se levantó y todo lo que acertó a decir fue que teníamos que venir por estos libros, porque mi padre se los había solicitado… en sueños.

- Mmmmh. Tal pereciera que el nexo entre tu padre y tu amigo es muy fuerte… Si averiguan algo y necesitan ayuda, no duden en hacérmelo saber. ¿De acuerdo?

- De acuerdo Señor.

Kurt gritó a sus amigos que se hacía tarde y al llegar todos al todo terreno, verificó que los libros estuvieran debidamente guardados. Sandra fue designada conductora mientras los dos muchachos descifraban los datos proporcionados por Taeuber y el marshall y especulaban acerca de su próxima parada.

- Vayamos a Tumbsville, tengo la certeza de que encontraremos algo cerca del aserradero.- declaró Kurt.


(Continuará)

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