domingo, diciembre 16, 2007

"ZATHANIK" (segunda parte)

Corte a: Regresamos a la caricatura de la niña que está sangrando en la calle y vemos sólo las piernas y los brazos de los camilleros que la suben a una camilla y posteriormente la dejan en el interior de la ambulancia. El vehículo parte y se queda el charco de sangre deformado por las huellas de los neumáticos traseros de la ambulancia.

Un gato se acerca a beber animosamente del charco. El gato es blanco. Su hocico, bigotes y patas delanteras se manchan de carmesí. Tras haber saciado su sed se dispone a marcharse tras haber escuchado el maullido de una gata ámbar con hocico y pecho níveos. Ambos gatos se corretean entre sí y corren por la acera hasta llegar al patio trasero de una residencia. Ahí, en el patio, les esperan indiferentes más de una treintena de felinos luciendo los más diversos colores y tonalidades.

Los separa del interior de la casa un gran ventanal que da al interior de una espaciosa cocina. En ella vemos a la empleada doméstica lavando los trastes que se usaron en el almuerzo. Miramos su parsimonia para colocar las sobras en una olla de peltre muy maltratada. Algunos huesos con carne pegada, pedazos de pan y de tostadas remojados con caldo o salsa son revueltos con cierta armonía bucólica, pasiva, adormecedora. Finalmente, tras dejar casi rebosante el pote con su grasiento contenido, la mujer sale al patio y coloca su traste en una esquina. Algunas colas se erizan y sus dueños voltean a verla con desdén.

El gato blanco, con los bigotes y la parte inferior del hocico manchados de sangre reseca, se acerca a comer de la olla. Se nota que es el alfa entre los mininos que ahí se encuentran. Primero es él quien se acerca, prueba bocado y vuelve a comer. El grupo lo observa atento, algunos inconformes maúllan cacofónicamente, la mayoría sólo lo observa mientras menean la cola. Con un gesto, el alfa blanco los invita a ser convidados del festín. Se aleja con cadencia hacia una barda para tomar algunos rayos de sol, los cuales son reflejados en su pelaje. El resto de los felinos se distribuyen para comer, algunos de ellos pierden el interés ante la concurrencia y deciden marcharse. Al pasar frente a Blanco, agachan la cabeza como si estuvieran pidiendo una dispensa para poder abandonar el lugar. Como toda respuesta, el alfa se comienza a asear los bigotes y las patas delanteras.

Pepe y Lina caminan por la calle hasta llegar a la casa de ella. Por el camino se encuentran con el reseco charco de sangre, ignorando de lo que se trata realmente. Hacen un par de comentarios al respecto, Pepe hace gala de su sentido del humor y Lina ríe musicalmente. Finalmente, detienen su marcha en la puerta de entrada a la casa de la familia de Lina.

- Gracias por acompañarme a casa…- le dice Lina al chico. Sus ojos brillan y se resaltan por las onduladas pestañas con pequeños destellos de sol vespertino. Su boca es pequeña y carnosa. Particularmente con ese color cereza que trae puesto se ve como una fruta fresca recién cosechada que incita a morderla y a saborearla lentamente. – De alguna manera no te queda muy cerca de tu rumbo, y sin embargo me acompañaste hasta la puerta… Eres un niño muy lindo…

-D-de na-nada… - Pepe responde con un tartamudeo penoso mientras sus manos y su frente se perlan de un sudor traicionero que le delatan ante su emoción de tener frente a él a esa chica que tanto le roba el sueño y le trastorna el habla. Simplemente es patética su reacción. Vaya que se siente estúpido en este momento… es irrisorio que le suceda esto, dado que la última hora se la han pasado platicando mientras hacen camino del colegio al hogar de ella. Y aquí… en el momento de la despedida, es cuando las emociones traicionan al pobre tipo y parece que se está enfrentando a una Gorgona y no a una criatura tan exquisita como lo es Lina.

- Si gustas… podemos hacer los deberes juntos. Mira que tengo una conexión rápida a Internet y podemos buscar sin problema los conceptos que nos han encargado en clase. Y de paso… te invito un vaso de limonada. Tras tanto caminar me ha dado sed y un poco de hambre. Quizá Paca, nuestra muchacha, nos haga un par de emparedados de atún con cebolla… - Lina sonríe con candidez. De alguna manera quiere recompensar las atenciones que ha recibido de parte de aquél chico.

A Pepe se le iluminan los ojos y acepta. Lina toca una campanilla que se encuentra a manera de timbre y enseguida sale Paca, una mujer enjuta de ceño duro y maneras toscas, refinadas a manera de las personas del campo, pero a final de cuentas, hoscas para unos simples ojos suburbanos. Paca mira de reojo a Pepe y no le dedica el mejor de sus gestos.

- ¿Y éste? - le pregunta a Lina mientras señala al muchacho con los ojos.

- ¡Ja, ja, ja! ¡Ay Paca...! Es Pepe, mi compañero de clase. Se ofreció a acompañarme a casa, dado que mi madre no pudo traerme... además, vamos a hacer los deberes aquí... ¡y tenemos mucha hambre!... ¡anda! Por favor prepáranos unos emparedados...- La voz de Lina estaba perfectamente modulada, con la cantidad exacta de dulzura, inocencia e imposición, al menos con la suficiente para domar al mujerón. Pacá bufó y se metió a la casa...

- No te preocupes Pepe, Paca es una gruñona pero es muy servicial... además me quiere mucho... -dijo la chica a manera de tranquilizar a un Pepe impactado por el tamaño y aspecto de... Paca.

Ambos chicos pasan al interior de la casa y Lina le indica a Pepe dónde dejar su mochila y a dónde dirigirse. En la sala de estar hay un largo librero con diversas colecciones. La luz estival entra por los grandes ventanales y, a pesar de la pulcritud del lugar, podemos apreciar algunas motas, compuestas de polvo y ácaros, iluminadas por los rayos del sol.

- Ahora voy a buscar la laptop, y en cuanto nos traiga Paca los emparedados nos pondremos a comer y después a trabajar... ¿vale?.-dice Lina con gesto divertido.- Si quieres mirar los libros y después ponerte a hojear uno, no hay problema... ¡ah! Y deja le digo a Paca que nos traiga un par de limonadas... hace calor y no sé tú, pero yo tengo la garganta muy seca...- Lina le dedica su mirada más coqueta a Pepe y se dirige a la cocina.

Pepe se queda solo en la sala de estar. Mira el librero y comienza a leer los títulos de los lomos. Toma uno de ellos, "El Juicio" por Franz Kafka... busca un lugar dónde sentarse y se acomoda en un comodísimo sillón de tapiz rayado y colores tranquilizantes. Mientras otea el libro y se detiene a leer frases que le llaman la atención, Pepe comienza a tener ensoñaciones extrañas. Lo acogedor del lugar, y lo refrescante del mismo, lo hacen presa de un letargo pesado... y no tarda mucho en comenzar a soñar...

"...

Un fuerte estruendo saca a Pepe de su sopor. Sólo escucha una sinfonía estridente que le sofoca los oídos y le sumerge en un estado de ansiedad y confusión. Sin notarlo, se ha levantado del sillón y ha dejado caer el libro al suelo. Se acerca a la cocina con un paso más mecánico que prudente y se asoma...

El cuerpo sin cabeza de Paca está en el suelo. Siguiendo la trayectoria de la posición del cadáver, Pepe se da cuenta de dónde se encuentra el resto de Paca. De inmediato, el chico recuerda esos programas de televisión donde el héroe recrea a base de suposiciones los hechos criminales. Basádose en eso, Pepe mira en sentido contrario, hacia los pies de Paca y luego hacia la estufa que parece tener los calentadores prendidos a con algunos sartenes quemándose y lo que podría ser un contenedor de aluminio floreado. Sigue su recorrido y el tabique rojo de la pared, la campana tragahumo y el techo confirman su teoría: A Paca le explotó la olla expréss en la cara. La presión fué demasiada y se desencadenó la explosión, mientras la mujer preparaba unos condimentos para acompañar al platillo principal. Es en verdad una gran alegría dar con la explicación lógica de las cosas y, acto seguido, hacer lo necesario para comenzar a componerlas.

De inmediato, Pepe busca la llave que corta el paso del gas para evitar que el incidente pueda provocar uno más con alguna fuga escondida por ahí. Porque seguramente una pequeña burbuja de aire y gas pudo bien haber provocado la explosión. Una vez localizada la llave, mira el escenario, bien sabe que en esos programas de TV y en las películas similares, siempre se cargan al que está en el lugar y el momento equivocados, así que revisa dos veces el lugar para no resbalar con la sangre o atorarse con una olla o quemarse con algún calentador de la estufa, además le ha parecido muy extraño que han pasado ya un poco más de un par de minutos y nadie en la casa, mas que él, se ha dado cuenta del incidente... calcula las posibilidades y se anima a dar un salto sobre el cadáver de la mujer y alcanza la llave de paso del gas para cerrarla. En ese mismo instante siente una punzada en la mano y con sorpresa se da cuenta de que es el gato Blanco, que con su garra le ha rasguñado y con ceño fruncido le dice:

- Deja ahí... ¡Ahora lárgate!

Pepe no da crédito a lo que acaba de presenciar y se queda mirando al felino.

- ¡Que te largues he dicho!- insiste Blanco con un rugido.

..."

Pepe se despierta de un sobresalto y el libro que momentos antes sostuviera cae al suelo deshojándose cual baraja. Revisa su mano izquierda y observa que está lastimada de la yema de los dedos, pequeñas incisiones en pares los hacen sangrar. En ese instante, un gran gato blanco salido de la parte trasera del sillón se acomoda en su regazo y le maulla con recelo.

- ¡Te dije que te largaras!... ¡Aquí no te queremos!- le ruge el gato.

Pepe al constatar que no se trata de un sueño, salta del sillón y arroja al gato. Busca desesperadamente a Lina o a Paca y descubre a la mujer muerta con el cuello destrozado por las garras y los colmillos de los gatos que han invadido la cocina. Sus cuencas vacías parecen abismos carmesí que le espantan aún más.

Al borde de la locura, Pepe sale corriendo de la casa sin parar y grita pidiendo ayuda.

Minutos después el gato se está lamiendo las patas delanteras para limpiarse la poca sangre que tiene en los bigotes, cuando se acerca Lina y lo llama:

- ¡Ay papá! ¡Muchas gracias por alejar de mí al encimoso ése! Ahora vayamos adentro a revivir a Paca, bien sabes lo mucho que le molesta que la matemos para guardar las apariencias.

El gato blanco sube a los brazos de Lina y comienza a ronrronear satisfecho...

No hay comentarios.:

---