lunes, mayo 04, 2009

El Exilio (Capítulo 001)

- ¡Hasta la vista Giaccomo!- Karla colgó el auricular. Caminó hacia el vestidor y se enfundó un sensual traje negro de satín, un pedazo de oscuridad ceñido a su cuerpo para acentuar su belleza.

La hermosa no-muerta salió de la habitación, cruzó el pasillo que la conduciría hacia el Patíbulo de los Inocentes, hasta llegar a las escaleras que vertieran su exquisita presencia en el lobby del Gorgona’s Laugh. En el lugar se escuchaba la dulce voz de Alison Shaw entonando “Jewel”.

La mirada esmeralda de Karla recorrió hasta el más recóndito rincón en busca de Agatha o DesGardes, hasta que se topó con la gélida expresión de Kurt. Un viciado ambiente enmarcaba aquél duelo de contemplaciones: las risas demenciales de los parroquianos, el choque de copas, bocas y cuerpos en un contacto continuo y lascivo. Segundos que parecieron una eternidad hasta que Kurt levantó su brazo derecho, sosteniendo en todo lo alto un buen ramillete de columnas vertebrales rematadas en cráneos descarnados. Aquéllos a su alrededor se separaron de su lado como si una fuerza invisible los arrojara hacia los otros, que no comprendían lo que estaba sucediendo. La música se paró de súbito.

El silencio golpeó de manera aplastante al ánimo festivo de aquel bacanal, levantando sobre la tensa situación su transparente manto. Karla jamás perdió la compostura con un ademán le indicó al D.J. que continuara con la música y el ambiente. Las primeras notas de “One Caress” de Depeche Mode invadieron la sala. Bajó las escaleras con una cadencia fría y elegante, lentamente se dirigió hacia Kurt, los parroquianos que estaban a la expectativa le abrían el paso sin poner objeción alguna. Kurt le seguía sosteniendo la mirada y, sin apartar la vista de ella, dejó caer sus trofeos al piso. El sonido de los huesos al chocar contra la superficie fue cacofónico y espeluznante para los presentes. Para cuando el último cráneo dejó de rebotar, los labios de Karla ya reclamaban la boca de Kurt para fundirse en un ósculo sagrado. No importaba el escándalo del acto en sí mismo (dado que Karla era la amiga íntima de quien dirigiera todas las operaciones del Gorgona’s Laugh) , no importaban los testigos, ni el peligro letal que descendía sobre sus hombros. Sin siquiera haberlo notado, Kurt se entregaba de lleno al embrujo seductor que ejercía Karla sobre él. Fue demasiado tarde cuando él se dio cuenta del gran resplandor que parecía tragárselo todo para dar paso a la más absoluta de todas las oscuridades. Kurt cayó inconsciente ante los pies de Karla, indefenso y quebrado como un muñeco triturado.

- ¡Imbécil!- Exclamó DesGardes desde el pasillo de entrada al antro. Con pocas zancadas alcanzó la posición de Karla y el cuerpo de Kurt. Lo tomó por el cabello y lo arrastró hasta la barra del lugar. Ahí lo levantó en vilo y lo mostró ante la sorprendida multitud, tal como momentos antes lo hiciera el chico con los cráneos y huesos que mostrara a manera de trofeos.- ¡Mestizos! ¿Acaso es este su líder?...- La multitud enmudeció. Sin haberlo notado siquiera ellos mismos, había ya dos grupos perfectamente determinados de asistentes. Los mestizos mostraban una impresión nada grata en sus rostros. – Este es su líder… ¡derrotado por sus estúpidos impulsos y por su corazón! – DesGardes miró a Karla, y ésta por un momento temió por su existencia. El grupo de los mestizos se estaba compactando, rodeado por el de los no-muertos y otros seres nocturnos. - ¡Ustedes eligen, huir y ser cazados como las abominaciones que son, o quedarse a su propio exterminio!

Un gran rugido, que por los mortales en la ciudad fue considerado como el trueno más espantoso de toda la historia, fue la respuesta a la amenaza impuesta por DesGardes…

… Y la guerra dio inicio.

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“Aunque la herida la provoque mi espada en el enemigo, será mi sangre la que se vierta, mi corazón se ha perdido en el camino y la esperanza se ha marchado en retirada... no queda más senda qué seguir y las maravillas por las que luchaba, me han dado la espalda en pos de un nuevo pilar forjado en un jardín de piedras preciosas y armas, en insomnios de azar e ínsulas de olvido, en testimonios compartidos y tonadas pueriles... pero la redención es peor que este infierno y aunque vierta mi sangre para regar este campo, seguiré en pie de lucha.”

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