martes, febrero 10, 2009

Desempleado

Desde que llegué a esta unidad mi puesto se ha modificado tantas veces que ya ni recuerdo por cuál de mis habilidades me contrataron. De alguna manera, el ambiente laboral ha decaído con la decrepitud del capitán de la unidad, el cual se vuelto juicioso y muy parcial. Y para variar, los casos se han vuelto muy pesados, difíciles en demasía... y tal pareciera que la gente se desquicia cada vez más... Pero en las últimas ocasiones no hemos tenida tanta suerte como cuando llegué: el capitán se ha rodeado de salameros inútiles que sólo sirven para identificar los errores de los demás en lugar de las pistas que nos lleven con los perpetradores.

Ahora mismo, estoy checando un paquete muy sospechoso que nos acaba de llegar. Tal pareciera que se trata de algún explosivo de diseño. Quizá con un virus. Eso no sería raro. Algunos de nuestros casos inconclusos están ligados a familiares de algunos directivos y políticos a los que el capitán gusta de lustrarles el calzado con la lengua.

Tengo que abrir esta caja con cuidado. Mi asistente es cercano al capitán, y a pesar de su buen carácter, su mala disposición no le ha permitido poner la atención que yo desearía en su trabajo, así que, sin medir el riesgo, me mira de soslayo y se va.

Desde hace algunos meses, he tenido contratiempos pequeños con mi jefe, y eso se ha notado en su trato hacia mí. Y en mis asignaciones. Y en mi paga. El colmo fue cuando descubrí que el capitán obstaculiza deliberadamente nuestras investigaciones. Todo lo revuelve y lo maneja a su favor, y a pesar de que en otra unidades ya le han advertido de sus vicios, tal parece que nadie en toda la corporación puede moverlo de su lugar. El único idiota que se ha atrevido a confrontarlo, con la razón y loa cojones en la mano, he sido yo.

Así que mientras estoy checando este paquete, se ha acercado un agente de asuntos internos para solicitarme que le entregue mi placa y me anuncia mi baja inmediata. Mi jefe no tuvo las bolas de decírmelo él mismo.

- Deja todo tal como está- me indica el de asuntos internos.

- Pe-pero es un ...- trato de replicar.

- ¡A callar!- me indica hosco.- Que tu asistente siga con el trabajo.

Soy escoltado hasta mi casillero por mis cosas y de ahí a la salida. Salgo de ahí sonriendo y al encontrarme al capitán en el pasillo le doy las gracias animado. El hombre sorprendido apenas balbucea algo irreconocible.

Es cuando doy la vuelta a la esquina a cinco cuadras del precinto cuando escucho la gran explosión. Mi sonrisa crece aún más y me dirijo a casa.

Por la noche, en las noticias de las 11, me entero que los pocos sobrevivientes al siniestro se infectaron de una variante de Ébola Golfo Theta.

Mañana serán los honores a puerta cerrada de mi capitán y de su equipo más cercano.

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