martes, septiembre 29, 2009

Historia Breve 0027

A pesar de que su mente le jugó la canallada de hacerlo vivir varias realidades, en ninguna de ellas se atrevió a llevar una doble vida.

Historia Breve 0026

En algunas ocasiones trataba de dejar testimonio de lo que vivía. Pero era tanta la información que no le alcanzaban tantas vidas para ello.

Historia Breve 0025

Cuando erraba las decisiones en algunos de sus mundos, moría. Pero la realidad se conservaba y nada podía destruirla.

Historia Breve 0024

Los minutos se convertían en crisoles de lugares y momentos con decisiones importantes simultáneas.

Historia Breve 0023

Los dolores de cabeza aumentaban conforme las realidades se creaban en su mente y se manifestaban en cada una de sus vibraciones.

Historia Breve 0022

Había una realidad en particular donde vivía toda su melancolía.Llovía todos los días y siempre usaba un abrigo oscuro y fumaba para pensar.

Historia Breve 0021

Había realidades donde cumplió sus deseos: en una había vengado a su pueblo, matando a cierto funcionario gordo, pero no era héroe nacional.

Historia Breve 0020

Las realidades en las que estaba a cargo de una familia eran las más terribles: no podía distinguir a sus hijos y a sus esposas entre sí.

Historia Breve 0019

Vivir tantas vidas simultáneamente le robaba la capacidad de discernir una realidad de otra, eso y las jaquecas incapacitantes continuas.

Historia Breve 0018

Cada pensamiento suyo abría las puertas de un nuevo mundo con tintes mezclados de la realidad que imaginaba con la que tenía.

Historia Breve 0017

Su imaginación era tan fuerte que creó un universo tan sólido y real como él mismo. Por eso jamás descansaba, y sus jaquecas aumentaban.

miércoles, septiembre 23, 2009

Y yo aún no me quiero jubilar...

Es un hecho que cuando no te importa el lugar donde te encuentras, siempre manifestarás tu desinterés por las circunstancias que le ocurran y, peor aún, mucho menos te importará involucrarte en su conservación. Por lo antes descrito, he de confesar que permití la destrucción de este planeta. Y no me arrepiento de ello.

Algunos años atrás llegué a trabajar a la base espacial de Nova Zareyll en el área de TR LMT CNPLNC/030 113 0040, del sector KOWUN 1C4C10N. Dadas mis características fisiológicas, yo estaba más que apto para realizar las tareas de monitoreo y procesacimiento de las redes de seguridad del sector. Mi entrenamiento particular me había preparado para no sólo hacer la parte operativa, sino también la preventiva, restrictiva y la punitiva correspondientes.

Al principio, cuando mi superior me dió a conocer la parte protocolaria de mis actividades y me explicó los peligros y los alcances de mi puesto, tal cosa no me parecía fuera de mis capacidadaes y, mucho menos, tan recelosa de mi intervención presencial. Perfectamente se podía realizar a distancia mediante un eficiente modelo de monitoreo y recognición de perturbaciones potenciales.

Pero no fue así.

Desde un principio me encontré con algunos pormenores, mismos que, al hacer los reportes correspondientes, se registraron por el sistema como errores operativos de mi parte. De alguna manera, al seguir pie juntillas las recomendaciones protocolarias, yo aseguraba un correcto avance de mis actividades. Pero no contaba con el principal factor de riesgo de mi trabajo: el factor humano. Representado en su totalidad por la figura de autoridad inmediata que residía en el sector Kowun 1C4C10N.

Mi jefe inmediato le juraba lealtad a cuanto ministro e inspector de área se parase en nuestro sector. Lo cual derivaba en un cúmulo de instrucciones caprichosas y cruzadas para aumentar la eficacia y eficiencia de nuestros métodos de trabajo. Tales instrucciones funcionaban realmente como un paso llano de contrabando y obedecían a los mezquinos intereses de aquellos a quienes mi superior gustaba de besarles el trasero. No sin una jugosa comisión de por medio.

En uno de los tantos cambios se filtró a la base y, como nos enteramos después, al planeta entero, un poderoso virus que ataca el sistema límbico de las personas y operaba directamente en el cerebro reptil, modificando su ansiedad y sus instintos en una vertiente fascinante de rabia incontenible y hambre desmedida por carne de la misma especie. Es decir, que convertía a las personas en antropófagos despiadados que se tragaban los unos a los otros, otorgándoles tal vigor que sólo el desprendimiento total de músculos y ligamentos del cuerpo impedían que se continuaran con las funciones motoras. Quiero aclarar en este punto que no se trataban de zombies espaciales ni mucho menos, sino de caníbales excitados por un festín de carne, sangre y extrema violencia.

Si hay algo que le agradezco a la procastinación que me proporcionaban mis funciones, tras la intervención en los protocolos de parte de cada una de las autoridades que por aquí pasaban, es que me daba rienda suelta y tiempo suficiente para investigar cosas necrofílicas y tanatológicas, enfermedades raras y sus cracterísticas. No ha de ser secreto para nadie que despreciaba a mis patrones por lo bajo, dado que se sentían superiores genéticamente al resto de los especímenes de la raza humana, al grado de establecer un planeta nación que albergara a su progenie, eugenísticamente seleccionada. Si se tratara de ganado, podría decir que contaba en su población con las más selectas variedades de especímenes en toda la galaxia.

Por eso, cuando detecté que los contenedores del virus venían de origen dañados, me hice de la vista gorda. Tantas deficiencias y filtraciones habían heredado los protocolos de seguridad que, al menos diez de ellas, me servían de perfecta coartada para dejarlos pasar así como así.

Todo comenzó a las pocas HorasTierra que terminé mi turno y me dirigía a mi megaciclo de descanso. Antes de salir, verifiqué la seguridad de las compuertas y, como cada vez que salía a mis megaciclos de descanso, cambié los códigos para evitar que alguien se infiltrara para adentro o para afuera de la estación espacial. Articulé el sistema para actuar de manera autónoma en caso de amenaza, tanto exterior como interior. Pero olvidé confirmar el envío de los códigos de seguridad a mis superiores, debido a una tormenta solar que interrumpió el espectro magnético y de microondas por el que se efectúaban las comunicaciones.

El resto fue historia. La tormenta solar incomunicó al planeta, el cual no pudo avisar de la amenaza, misma que fue detectada muy tarde, debido a que coincidió con los períodos de ayuno tradicionales en las prácticas de meditación y renacimiento espiritual de la población dominante.

Las autoridades galácticas notaron la desgracia cuando un convoy proveniente del planeta llegó vacío y con algunos tripulantes destrozados y aún activos en sus funciones sinápticas. Se dió la alerta de alarma y contención de inmediato y se proclamó la cuarentena.

Fué incómnodo para mí ser sujeto de pruebas y estudios que verificaran que yo y mis familiares y amigos cercanos no tuviéramos ni un atisbo de contagio, ni un sola cadena de DNA alterada a causa del virus. Me guardé mi indignación y cooperé con las autoridades, demostrando que gracias a mi apego al protocolo pude salvar a la Cofradía Espacial de una pandemia galáctica. Pero también serví de chivo expiatorio... ninguna de las autoridades se atrevía a realizar el exterminio masivo de los monstruos que habitaban el planeta, y para recalcar mi participación heroica en los hechos, fue elegido para realizar las acciones protocolarias en un caso como éste.

No me costó mucho trabajo, en realidad, llevarlas a cabo. Sólo recordé las humillaciones y las vejaciones que esta vertiente superior y exquisita de la humanidad cometía en nombre delbien común. Su bien común. Seiscientos sesenta y seis mil trillones de monstruos come carne fueron aniquilados sistemáticamente. Al final se tuvo que enviar unas antiquísimas bomba-taladro que desataran una reacción en cadena en el centro del planeta para activar movilidad en las placas tectónicas del planeta. Fue como redibujar su rostro moviendo continentes, evaporando mares, creando volcanes y llenando toda la superficie de magma y cenizas. Nada orgánico pudo haber sobrevivido a eso. Ni el virus. Mucho menos ellos.

Algunos parientes de los habitantes de Umolindai no se quedaron cruzados de brazos y pidieron que se investigara aún más a fondo el asunto. Gracias a la burocracia, se tardaron muchos metaciclos para reabrir el expediente. Yo tuve siete cuerpos en ese tiempo y tuve más de 737 descendientes. Y jamás descubrieron nada que me inculpara o que siquiera sugiriera la mínima malicia en mi comportamiento.

Pero han vuelto a fundar otro planeta nación. Y nuevamente necesitan a alguien para realizar las tareas de monitoreo y procesacimiento de las redes de seguridad. Y yo aún no me quiero jubilar...


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